jueves, 31 de mayo de 2012
José y Canelo sobre un poema de Tori Escalante
"José y Canelo"
Se llamaba José, desaliñado y escéptico
sin embargo, aquel día en que perdió
a su perro. lloraba como un niño.
Estribillo
No existe pan para tu hambre, José
No existe agua para tu sed,
ni siquiera un poco de consuelo, pobre bohemio¡¡,
hoy descubriste que querías
mil veces mas a tu Canelo que a tus sueños.
¿y.. tú te llamas duro?…pobre bohemio…
Registrando palmo a palmo el aeropuerto,
no le importa, equipajes ni destinos,
ni lisonjas, ni futuros.
ni promesas… ni recuerdos,
ofreciendo el alma por su perro
por su ¡Canelo!, por su Canelo.-
Estribillo
No existe pan para tu hambre, José
No existe agua para tu sed,
ni siquiera un poco de consuelo, pobre bohemio¡¡,
hoy descubriste que querías
mil veces mas a tu perro que a tus sueños.
¿y.. tú te llamas duro?…pobre bohemio…
Despacito por el sendero,
iban José y Canelo
eran…poesía, acuarela y sueño…
Quizás no vieron al monstruo
con pies de caucho y alma de hierro,
y les sorprendió la muerte
Tintando de argenta el suelo
Esta es la historia real de José y Canelo
La siguiente historia es muy conmovedora, muy parecida a la de Hachiko, solo que este perro llevó el concepto de fidelidad hasta los extremos.
“Canelo” era el perro de un hombre que vivía en Cádiz. Una mascota que seguía a su dueño para todas partes y en todo momento. Este hombre anónimo vivía solo, por lo que el buen perro era su más leal amigo y único compañero. La compañía y el cariño mutuo los hacía cómplices en las miradas y hasta en los gestos.
Cada mañana se los podía ver caminando juntos por las tranquilas calles de la ciudad cuando el buen hombre sacaba a pasear a su amigo. Una vez a la semana uno de esos paseos eran hacía el Hospital Puerta del Mar ya que debido a complicaciones renales el hombre se sometía a tratamientos de diálisis.
Obviamente, como en un hospital no pueden entrar animales, él siempre dejaba a Canelo esperándolo en la puerta del mismo. El hombre salía de su diálisis, y juntos se dirigían a casa. Esa era una rutina que habían cumplido durante mucho tiempo.
Cierto día el hombre sufrió una complicación en medio de su tratamiento, los médicos no pudieron superarla y éste falleció en el hospital. Mientras tanto “Canelo” como siempre, seguía esperando la salida de su dueño tumbado junto a la puerta del centro de salud. Pero su dueño nunca salió.
El perro permaneció allí sentado, esperando. Ni el hambre ni la sed lo apartaron de la puerta. Día tras día, con frío, lluvia, viento o calor seguía acostado en la puerta del hospital esperando a su amigo para ir a casa.
Los vecinos de la zona se percataron de la situación y sintieron la necesidad de cuidar al animal. Se turnaban para llevarle agua y comida, incluso lograron la devolución e indulto de Canelo una ocasión en que la perrera municipal se lo llevó para sacrificarlo.
Doce años, así como lo leen. Ese fue el tiempo que el noble animal pasó esperando fuera del hospital la salida de su amo. Nunca se aburrió ni se fue en busca de alimento, tampoco buscó una nueva familia. Sabía que su único amigo había entrado por esa puerta, y que él debería esperarlo para volver juntos a casa.
La espera se prolongó hasta el 9 de diciembre del 2002, en que Canelo murió atropellado por un auto en las afueras del hospital. Un final trágico, pero esperanzador para quienes amamos los animales, para quienes quizá ilusamente creemos que en el más allá todavía hay algo que nos espera.
La historia de Canelo fue muy conocida en toda la ciudad de Cádiz. El pueblo gaditano, en reconocimiento al cariño, dedicación y lealtad de Canelo, puso su nombre a un callejón y una placa en su honor.
A Canelo Que durante 12 años esperó en las puertas del hospital a su amo fallecido. El pueblo de Cádiz como homenaje a su fidelidad. Mayo de 2002.
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