Tú y yo, hermanos de una misma tierra,
hortelanos que buscan en su entraña
las razones de vivir.
Compañero de alma escarchada
con tu pena,
con tu luna de pobreza
te reconozco, Miguel.
Yo sé de tus desazones,
de tus sufrimientos
como sé de tu triste hermana , la tristeza.
Que para la libertad diste tu vida
que por tu mundo ideal te hiciste poeta
que sangraron abiertas tus tres heridas
arrulladas por la muerte
con las nanas de cebolla y soledad.
Miguel,
no pudo la muerte enamorada
ni tampoco la vida desatenta
acallar la luz de tu palabra.
Porque como Árbol carnal,
generoso y cautivo
vas rebrotando insurrecto
arraigándote en la voz,
de cada poeta comprometido
que canta
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