lunes, 16 de mayo de 2011

Había una vez,...

Un anciano que vivía en una aldea cercana a un monasterio.-
Todas las mañanas, muy temprano, tomaba un trozo de pan y apoyándose en una vara, mas alta que él, salía en dirección a la cartuja.- Su paso era lento, tranquilo, pero firme y seguro, a pesar de sus años, lucía erguido y fuerte. La vida lo acompañaba, no le pesaba. Por la tarde, con la caída del sol, se lo veía volver, tanto en invierno, como en verano, nada rompía esa rutina, ni la lluvia, ni el frío viento invernal, ni tampoco el intenso calor.-
En la aldea nadie preguntaba al anciano, hacia adonde se dirigía. ¿Que buscaba? ¿Cómo podía resistir temperaturas tan extremas y porque lo hacía?
Cuando yo lo conocí, fue una de esas tardes de verano, suaves y frescas, como las de principio de otoño. Una calma tan intensa que podía respirarse, inundaba cada rincón del paisaje que nos rodeaba, como si hasta el tiempo se hubiese inmovilizado. El se detuvo al verme llegar con mis valijas tan cargadas que dificultaban mi andar.
_¡Buenas tardes, anciano - lo saludé.
Él inclinó tenuemente su cabeza
- ¿Conoces el monasterio?- le pregunté.
-Como cada una de mis arrugas - me respondió.-
-¿Puedes indicarme como llegar a él? - le interrogué
- El camino te guiará, solo síguelo, termina en el monasterio- .
-¡ Gracias, ¿vienes de...... no pude concluir la pregunta, porque él ya había retomado su marcha hacia la aldea. Lo observé alejándose, algo que no podía definir me dejó pendiente de su historia.
Volví a la realidad, cargué las valijas y seguí el camino. Creí ver el edificio como a unas pocas cuadras, pero el sendero era caracoleado y cuando veía el monasterio al alcance de la mano, una nueva curva lo volvía a alejar. Al rato la carga me pesaba demasiado, demoraba mi marcha y como nadie transitaba por esos lugares, decidí aligerar el peso dejando las maletas en un costado del camino, con intención de volver a buscarlas en cuanto pudiera. Caminé no podría especificar cuanto tiempo, porque mi reloj se detuvo al poco rato de mi encuentro con el anciano.- Aún no anochecía, es más, hubiera jurado que el sol no había variado su posición en el horizonte. Pero mis piernas (por señalar una parte de mi cuerpo)sentían el cansancio de tanto andar.- Me detuve, miré hacia atrás, de repente era como si no hubiese existido el antes... Había llegado allí, pensando que en el monasterio, pasaría unos días alejada de mis preocupaciones cotidianas y podría encontrarme conmigo misma. Por teléfono, la semana anteriorhabía hablado con un monje y esa misma tarde me esperaban con "un café con leche caliente"- me dijo. Todo parecía tan sencillo pero ahora...
Me senté sobre una roca, a la vera del camino y me dije
- Relajáte, todo está BIEN. Te perdiste eso es todo... pero ¡SI NO EXISTE OTRO CAMINO!... El monasterio aún está ahí, vas bien, vas bien, tranquila... pero ¿CÓMO LLEGO? me escuche gritar. Era como si no pudiera, ni avanzar, ni retroceder. Había ido a encontrarme conmigo misma y mejor que lo hiciera pronto porque sentía que iba a desaparecer.
De repente, vi en la distancia una figura, de caminar lento y tranquilo pero firme y seguro... Con su larga vara y su trozo de pan...
Tuve una sensación, que podría definir entre de alegría e inquietud.
- Veo que encontró el camino - me dijo el anciano sonriendo.
- No era lo que buscaba -respondí
- A ¿No?- pregunto
-En realidad, tenía muy claro donde quería llegar...
-¿Y ahora? dijo
¿ Ahora? -pregunte algo asombrada, sin entender demasiado su pregunta.-
- Yo quería llegar al monasterio- agregue
-El lugar no es lo importante -me aseguro.
- Pero, yo necesito.... quise insistir.
- ¿Llegar a algún sitio? se adelantó a mi pensamiento
- No existe un lugar, lejos de ti misma, ni un tiempo especial para hallarte. Todo el tiempo y en todo lugar, tu monasterio eres Tú, Tú eres el principio y el fin. No busques nada fuera de ti.
- Pero tú, ibas hacia allí ¿verdad?- argumenté
- No -me respondió tranquilamente.
- Va a oscurecer y me siento algo inquieta -
- Si tú no quieres, no oscurecerá, cuando se tiene una meta no importa demasiado cuanto dura la luz y cuanto la oscuridad.-
-Estoy confundida, se me entremezcla la realidad y la intemporalidad. –
-Llegamos- dijo de repente y entonces, de la nada apareció delante de mis ojos el monasterio. Quedé tan sorprendida que no noté que él se había marchado, lo busqué con la mirada hasta que escuché que alguien me decía
- El café con leche está servido, la estabamos esperando... FIN

2 comentarios:

  1. No existe un lugar, lejos de ti misma, ni un tiempo especial para hallarte. Todo el tiempo y en todo lugar, tu monasterio eres Tú, Tú eres el principio y el fin. No busques nada fuera de ti.

    Slvia me encanto el relato eres una magnifica escritora pues a través d la lectura me transporte a es el lugar que nos narras.
    me quedo con estas estrofa que me dejan mucho de enseñanza y para reflexionar. un besito y mi gratitud por compartir.

    ResponderEliminar
  2. Ese lugar esta en vos, en mi, en cada uno, a veces nos perdemos buscando fuera, pero es bueno volver y sentirnos a gusto.-Gracias Atlantida, me encanta esta amistad que esta naciendo, porque nos encontramos ahí donde nace lo bueno.-

    ResponderEliminar